Las convenciones creadas deforman la existencia verdadera, y la verdadera vida viene a ser como corriente silenciosa que se desliza invisible bajo la vida aparente.
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Asegurar el albedrío humano; dejar a los espíritus su seductora forma propia; no deslucir con la imposición de ajenos prejuicios las naturalezas vírgenes; ponerlas en aptitud de tomar por sí lo útil, sin ofuscarlas, ni impelerlas por una vía marcada. ¡He ahí el único modo de poblar la tierra de la generación vigorosa y creadora que le falta!
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Las redenciones han venido siendo teóricas y esenciales; es necesario que sean efectivas y esenciales.
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Toca a cada hombre reconstruir la vida: a poco que mire en sí la reconstruye.
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¡Reo es de traición a la naturaleza el que impide, en una vía u otra, y en cualquier vía, el libre uso, la aplicación directa y el espontáneo empleo de las facultades magníficas del hombre!
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“Prólogo al Poema del Niágara de Juan A. Pérez Bonalde” (1881). Ensayos y crónicas, p.59-78. Madrid: Cátedra, 2004 (Letras Hispánicas, 556).
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