Juana de Ibarbourou: «El estanque»


El estanque es profundo. Nadie sabe su hondura.
Y rodeado de sauces es tan quieto, que apenas
Cuando el viento está loco, su agua lacia se ondula
Con un gesto lentísimo de persona que sueña.

El estanque me tienta con su aspecto hechizado.
Él no sabe de patos, de alguaciles ni ranas,
Día a día yo vengó a tirarle guijarros
Que calladas se tragan las inmóviles aguas.

Si una tarde mi cuerpo ardoroso y delgado,
Al estanque, lo mismo que un pedrusco, resbala,
Con idénticos gestos misteriosos, pausados,
Cerrará detrás suyo sus dos labios el agua.

Será un círculo ancho y ondulante, primero.
Luego otros y otros más pequeños y graves.
Después, nada… La calma, la tersura, el silencio,
Y otra vez el reflejo verde-luz de los sauces.

Raíz salvaje, 1922. (Buenos Aires: Losada, 1965).

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