De Nuevas canciones (1917-1930)
X
En el viejo caserío
—¡oh anchas torres con cigüeñas!—
enmudece el son gregario,
y en el campo solitario
suena agua entre las peñas.
XI
Como otra vez, mi atención
está del agua cautiva;
pero del agua en la viva
roca de mi corazón.
XV
Busca a tu complementario,
que marcha siempre contigo,
y suele ser tu contrario.
XXXVI
No es el yo fundamental
eso que busca el poeta,
sino el tú esencial.
XLII
Enseña el Cristo: a tu prójimo
amarás como a ti mismo,
mas nunca olvides que es otro.
XLVI
Se miente más de la cuenta
por falta de fantasía:
también la verdad se inventa.
XLVII
Autores, la escena acaba
con un dogma de teatro:
En el principio era la máscara.
L
Con el tú de mi canción
no te aludo, compañero;
ese tú soy yo.
LXVIII
Todo necio
confunde valor y precio.
LXIX
Lo ha visto pasar en sueños…
Buen cazador de sí mismo,
siempre en acecho.
LXX
Cazó a su hombre malo,
el de los días azules,
siempre cabizbajo.
LXXI
Da doble luz a tu verso,
para leído de frente
y al sesgo.
LXXXI
Si vivir es bueno,
es mejor soñar,
y mejor que todo,
madre, despertar
LXXXII
No el sol, sino la campana,
cuando te despierta, es
lo mejor de la mañana.
LXXXVIII
El pensamiento barroco
pinta virutas de fuego,
hincha y complica el decoro.
LXXXIX
Sin embargo…
¡Oh!, sin embargo,
hay siempre un ascua de veras
en su incendio de teatro.
XCVIII
Tu profecía, poeta.
—Mañana hablarán los mudos:
el corazón y la piedra.
XCIX
—¿Mas el arte?…
—Es puro juego,
que es igual a pura vida,
que es igual a puro fuego.
Veréis el ascua encendida.