En la nada absoluta, el ojo crearía praderas, el oído sonidos, el olfato aromas y el tacto placeres, ya que los deseos urden un universo desmentido incesantemente por la razón. El alma dice: «Nada», los sentidos: «Goce».
Los dolores te roen y hacen que tus apetitos se emborrachen de mundo. En vano tu pensamiento rechaza sus construcciones; la pasión las sigue empujando. El deseo segrega el mundo y la razón, con vana obstinación, tiende un toldo de irrealidad sobre la urdimbre de existencia de los sentidos.
E. M. Cioran, Breviario de los vencidos, III, 44. T. J. Garrigós.