Mirador Balcón de Unamuno, Artenara (Photo credit: Wikipedia)
¿Por qué publico estos extractos? No para entender mejor a Galdós (no ayudan mucho, desde mi punto de vista), ni porque sean de lo mejor de Don Miguel (no es el Unamuno más perspicaz ni el más comprensivo, en cuanto a literatura se refiere, el que se muestra aquí).; sino porque son grandemente expresivos del hastío y la exasperación de los jóvenes (de los mejores jóvenes) del 1890-1910 español. Se comprende que, percibiendo de esta manera su mundo, ellos eligieran el quijotismo de Unamuno o el decadentismo de Manuel Machado, la bomba anarquista o el huevo de la serpiente prefascista. Cualquier semejanza con otras épocas u otros países…
Fuente: Unamuno, Miguel de. Libros y autores españoles contemporáneos. 1972: Madrid, 1972 (Austral 1513).
• Los personajes de Galdós, como sus modelos reales, son muy pobres de doctrina. Viven al día. Y la de él, la de Galdós, se reducía acaso al progresismo generoso y romántico, pero cándido de sobra, sencillo, de la Setembrina, de la Revolución española de 1868 (175).
• El mundo social que en sus obras nos deja eternizado es el de la Restauración y la Regencia, un mundo de una pobreza intelectual y moral que pone espanto (175).
• En la obra de Galdós, como un espejo fidelísimo, se retrata la pavorosa oquedad de espíritu de nuestra mal llamada clase media, que ni es media ni es apenas clase (175-176).
• Apenas hay en la obra novelesca y dramática de Galdós una robusta y dramática personalidad individual, uno de esos héroes que luchan contra el trágico destino y se crean un mundo para sí, para sí mismos, un Hamlet, un Segismundo, un Don Quijote (…). Es que Galdós no les encontró en el mundo en que el destino les hizo vivir (176).
• Cuando, pasado el tiempo, se lea, dentro de unos años, o aun siglos, la obra de Galdós, para hacer en ella la España de la Restauración (…), sentiráse toda la inmensa desolación de una muchedumbre amorfa y amodorrada de hombres y mujeres anémicos, sin fe ni esperanza, de un pueblo que soñaba en el puchero y la cama, diciendo: «Se vive» (176-177). [En México diríamos: «-¿Y cómo estás? -Pues… a’i la llevo»].
• El mundo, que pasando por el alma de Galdós nops ha quedado para siempre en su obra de arte, es un mundo sin pasiones ni acciones, que se deja vivir, pero no hace la vida (177).
• Las figuras que Galdós ha hecho pasar por su retablo de Maese Pedro rara vez parecen tener libre albedrío; se dejan vivir más que hacen su vida. La rutina cotidiana es un motivo de acción. Y cuando quieren ser rebeldes no pueden, a pesar de todos sus esfuerzos, rebelarse. Alargan unas existencias lánguidas. Casi nunca surge allí o un energúmeno o un desesperado. En el fondo todos, hasta los que parecen rebelarse, se resignan y aun se conforman (180).
• No, no quiero ponerme a leer esas obras que son el espejo fidelísimo de una sociedad cuyo peso muerto siento sobre mi corazón. Prefiero, de releer a Galdós, releer sus primeras novelas, las del romanticismo de 1868, las de la Setembrina, aquellas en que se idealiza a España. Los personajes de Doña Perfecta son aún algo que nos llega al corazón; los de sus últimas novelas, no. Y es que había dado en ser realista, y la realidad que tenía delante era una muy triste realidad, una realidad anémica y fofa (185).
• De sus obras sube un vaho que a muchos, a mí entre ellos, nos atufa de pesimismo. Y es que nos parece un mundo de sueños y aun de modorra (185).