El joven Juan Ramón se descubre modernista


–¿Tú eres modernista, Juan Ramón? –me dijo de pronto María Francisca Coronel, la Ninfa mayor del Parnaso moguereño, buena y bella amiga mía que admiraba mis dotes poéticas de adolescente–. Julio del Mazo me ha contado que en el Ateneo de Sevilla se dice que tú eres ahora modernista. Dime tú qué es eso.
   […] Era la primera vez que oía yo la palabra modernista, y me sonó limpia, fresca y simpática en labios de la Ninfa. Y la oía aplicada nada menos que a mí.
    ¿Qué significaba aquello?
 Yo acababa de publicar, en Huelva, Sevilla y Madrid, algunos versos como éstos:

por la risa de plata de las verdes estrellas,
entre blanca aureola de nardos somnolientos,
con el suave empuje de sus olas doradas, 
en la escala celeste del alma de la luna,
y las rosas enrojecen con la fuerza de su risa.

[…] Y había escrito estos versos, sin duda, porque había leído en La Ilustración Española y Americana de casa de mi hermana Ignacia, muy amiga de revistas, el májico poema “Cosas del Cid”, de Rubén Darío; y en El Gato Negro de Barcelona […] el para mí entonces extravagante “Friso” de Rubén Darío […]. Y Rubén Darío estaba en Madrid, enviado por La Nación de Buenos Aires. Yo lo sabía porque Vida Nueva había publicado un saludo al grande nicaragüense diciendo que “sus brazos unían América con España”, o algo parecido. 
   Muy escitado con aquello de modernista que yo era, me fui a Sevilla a ver a mis amigos de El Programa […]. Don José Lamarque de Novoa, protector del primero de esos periódicos literarios, me recibió asombrado y me dijo:
   –¿Ya está usted imitando a esos tontos del futraque, como Salvador Rueda?
   Yo, un poco colorado, le dije que Los camafeos de Rueda me gustaban, pero que los versos de Rubén Darío me gustaban más. 
   –¿Y quién es Rubén Darío? ¡Otro cursi, sin duda!
   […] Otra vez yo en Moguer, […] recibí una tarjeta postal de Francisco Villaespesa, que ya me había mandado su librito Luchas, influido por Díaz Mirón y por Rueda, en la que me llamaba “hermano” y me invitaba a ir a Madrid a luchar con él por el modernismo. [….] Y la tarjeta venía firmada también ¡por Rubén Darío!

Juan Ramón Jiménez, “El modernismo poético en España y en Hispanoamérica”, en El trabajo gustoso, Aguilar, México, 1961. 

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