De Piedra de sacrificios; poema iberoamericano, 1924. En este libro (reeditado por el FCE y también, creo, por El Equilibrista), los títulos vienen como se ve en esta entrada: al final del texto y cargados a la derecha, en cursivas.
Agua de América, |
agua salvaje, agua tremenda, |
mi voluntad se echó a tus ruidos |
como la luz sobre la selva. |
Agua poderosa y terrible, |
tu trueno es el mensaje |
de las razas muertas a la gran raza viva |
que alzará en años jóvenes la pirámide |
de las renovaciones cívicas. |
Desde los anfiteatros donde toca tu orquesta |
se descuelgan las ráfagas sinfónicas |
de la gracia y de la fuerza. |
Y así desde México sigo |
creyendo que las aguas de América |
caen tan cerca de mi corazón, |
como la sangre en las liturgias aztecas. |
Lo mismo que frente al Tequendama |
cuya catarata pasó por mis propias arterias, |
ante ti el motor de mi ser centuplica |
la libertad heroica de sus ansias |
y enciende la voz del olvido |
sobre sus horas trágicas. |
Las grandes aguas del Señor |
iluminan la sombra de las almas. |
Y cantan las aguas la leyenda |
de la selva que camina por las montañas |
de las maderas ágiles que llegan |
a pintar los paisajes coronados de pájaros |
con sus banderas verdes y sus bejucos largos. |
El agua del Iguazú se derrumba a grandes gritos |
o cae en simple mediodía; |
numera el infinito |
igual en una cuerda que en locas griterías. |
Se echa abajo rodando en franjas gruesas |
o se deshila sutilmente; |
echa a rodar dos mil cabezas |
o aligera el destino de una frente. |
Está cañoneando el abismo |
con su artillería sin tregua. |
En otro salto brinca como un niño |
y en otro salto solamente sueña. |
El río da cincuenta saltos |
y en cada salto tiene una voz diversa. |
Iguazú, Iguazú, Iguazú, Iguazú. |
Con tambores gigantes llama a reunión a la selva; |
con violines agudos atrae a la golondrina. |
En re mayor toca un gran piano más lejos; |
se inclina sobre los follajes como una lira |
que conquista al hombre o al lucero |
y en las guijas de abajo toca flautas líquidas. |
Agua del Iguazú, agua grande, agua soberbia, |
mi voluntad será como la tuya, |
numerosa y fanática, |
sin temores ni exclusas. |
Acampará a tu vera para elogiar la música |
de las aguas de América, |
retornará el instante que hizo brotar tus rumbos, |
alcanzará tu juventud perpetua |
y humilde o grande se alzará en el mundo, |
como tu voz en medio de la selva. |
Iguazú |
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