Cada quien se imagina que el breve contenido de la experiencia que le proporcionan su época y sus circunstancias es la naturaleza.
Jorge Cuesta, «El lenguaje de los movimientos literarios»
Álbum de literatura y territorios vecinos
Cada quien se imagina que el breve contenido de la experiencia que le proporcionan su época y sus circunstancias es la naturaleza.
Jorge Cuesta, «El lenguaje de los movimientos literarios»
Crítica filosófica de las palabras, crítica filológica de las ideas, y crítica histórica de las ideas y de las palabras.
Nietzsche, Unamuno, Wittgenstein, Marx.
Sólo es definible aquello que no tiene historia.
La genealogía de la moral, II, 12.
«¿Cómo una cosa podría surgir de su antítesis? ¿Por ejemplo la verdad del error? ¿O la voluntad de verdad, de la voluntad de engaño? ¿O la acción desinteresada, del egoísmo? ¿O la pura y solar contemplación del sabio, de la concupiscencia? Semejante génesis es imposible; las cosas de valor sumo es preciso que tengan otro origen, un origen propio, -¡no son derivables de este mundo pasajero, seductor, engañador, mezquino […]! Antes bien, en el seno del ser, en lo no pasajero, en el Dios oculto, en la ‘cosa en sí’ -¡ahí es donde tiene que estar su fundamento, y en ninguna otra parte!» Este modo de juzgar constituye el prejuicio típico por el cual resultan reconocibles los metafísicos de todos los tiempos; esta especie de valoraciones se encuentra en el trasfondo de todos sus procedimientos lógicos; partiendo de este «creer» suyo se esfuerzan por obtener su «saber» […]. La creencia básica de los metafísicos es la creencia en las antítesis de los valores. Ni siquiera a los más previsores de entre ellos se les ocurrió dudar ya aquí en el umbral, donde más necesario era hacerlo […]. Pues, en efecto, es lícito poner en duda, en primer término, que existan en absoluto antítesis, y, en segundo término, que esas populares valoraciones y antítesis de valores […] sean algo más que estimaciones superficiales, sean algo más que perspectivas provisionales […] (I,2, p.23-24).
Más allá del bien y del mal. T. Andrés Sánchez Pascual. Alianza Editorial, 1997.
Porque antes de imponerse en la historia militar y política de la Humanidad la «edad del hierro» había dado lugar a creaciones de carácter espiritualidad. Como suele suceder, el símbolo, la imagen, el rito, anticipan -y casi puede decirse que a veces hacen posibles- las aplicaciones utilitarias de un descubrimiento. Antes de proporcionar un medio de transporte el carro fue un vehículo de las procesiones rituales: paseaba el símbolo del sol o la imagen del dios solar. Por otra parte, sólo se pudo «descubrir» el carro tras haber comprendido el simbolismo de la rueda solar.
Herreros y alquimistas. Trad. de E.T., revisión de Manuel Pérez Ledesma. Madrid: Alianza Editorial, 1974, p.24.
Creo que este pasaje de II,32 puede sernos muy útil en los estudios literarios (y, en general, en el estudio de la cultura) si lo alejamos de los tipos de acercamiento que son los más comunes (también, creo, los más patéticos y en consecuencia los más seductores): a) los psicologistas-biologistas, más cercanos a una lectura literal de Nietzsche y próximos a cierto freudismo fácil que permanece en muchos de nosotros; y b) los acercamientos orientados a un juicio condenatorio de la Modernidad en su conjunto, de toda la civilización occidental, o del cristianismo entero en todas sus manifestaciones: es decir, los más o menos heideggerianos y, también, las maneras «a la francesa» de entender a Nietzsche (de Bataille a Derrida).
Mejor llevémoslo al terreno de la sociedad y la cultura, el nuestro, dejando los «instintos» y «pulsiones» para los expertos (una ojeada a cualquier revista científica puede hacernos ver la ridiculez de la psicología seudonietzscheana de los literatos), y la demolición de Occidente para los filósofos, o para el black block. Algunos ejemplos:
¿Les suenan conocidos estos ejemplos? Claro, la bibliografía al respecto es amplia, ya se trate de estudios de gran calado, o de juicios impresionistas pero certeros de los críticos literarios.
En realidad, como suele suceder con la hermenéutica, estas ideas de Nietzsche no nos dan indicaciones precisas sobre procedimientos concretos (eso es lo propio de cada disciplina específica), sino que nos iluminan sobre el carácter general de lo que hacemos; nos hacen ver lo que hacemos desde una perspectiva más alta, distanciada, y nos permiten ubicar nuestros procedimientos en un contexto más amplio. Así, vemos que la detección de matices y subtonos llevada a cabo por el viejo estilista; o los rayos X arrojados por Américo Castro sobre el «vivir desviviéndose» de la Edad Conflictiva; o las lecturas sociológicas de las obras modernas, forman todas parte de una cierta familia de miradas críticas: las que van más allá de lo que dice deliberadamente un autor.
(Y explicado esto, aclaro de paso que no niego el inconsciente ni el valor del Nietzsche psicólogo; y que de buen grado acepto que nuestra civilización está en un callejón sin más salida aparente que la repetición de alguna de las grandes caídas de las viejas civilizaciones, sólo que de una magnitud acorde con los logros y errores de la Modernidad.)